viernes, 10 de enero de 2014

Hasta la muerte, todo es vida.

“Los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte; los valientes prueban la muerte sólo una vez. William Shakespeare.
“No hay más que una vida, por lo tanto, es perfecta”. Paul Éluard.

Cargada de experiencias, sentimientos y conocimiento, decidió marcharse, consciente de que ya había cumplido su deber y que, tarde o temprano, se vería obligada a aceptar la última ley de la naturaleza: la muerte.

Sin embargo, algo en su interior, manifestado en miedo e incertidumbre, le hacía dudar: su voluntad, guerrera y sincera, se aferraba a la tenue y débil llama de la vida sin importarle cuán duro fuera soportar sus quemaduras ni cuánto tiempo estuviera padeciendo tal tortura.

Saboreó los últimos momentos, aunque fuesen tormentosos, catando las últimas, escasas y martirizantes sensaciones. Las mismas que le recordaban que aún seguía con vida. Las mismas que le susurraban, cada vez más alejadas, que ésta se terminaba.

Hasta que llegó el instante más duro: el último suspiro, el verdugo que la extinguió.

Quién sabe qué vino después.

Unos piensan que el alma, libre, pasó a formar parte de un mundo mejor. Otros, que tan solo desapareció para siempre.

¿A dónde fue?

Nadie ha vuelto para contarlo. Nadie está en la posesión de la verdad. La respuesta la obtendremos el día en que nos toque a nosotros aferrarnos, desesperados, conscientes de la proximidad del final, a la vida como él lo hizo hasta que nos demos cuenta de que ésta se nos escapa.
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Un misterio sin resolver y que, probablemente, no se llegue a conocer jamás pues, hasta ahora, es un secreto que todo el que lo conoce ha guardado egoístamente.

El 9 de enero de 2014 a las 5 de la madrugada una vida, como probablemente muchas, abandonó el mundo.


No pude traerte flores, pero siempre estarás vivo en mi memoria. 

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